Hoy en día parece que lo más importante para la mayoría para que un juego sea soberbio es su apariencia o, dicho más claro, en sus gráficos. Es cierto que queda espectacular pero eso a veces no es suficiente si el juego cojea por ejemplo de argumento, siendo éste flojo o incluso inexistente.
Sin embargo luego están aquellos que, sin tener unas gráficas actuales ni un modo de juego... digamos también, actual, sí que consiguen maravillar al jugador que tiene el placer de probarlos, y este es el caso de Ori and the Blind Forest (en adelante, OBF), desarollado por Moon Studios y publicado por Microsoft Studios.
OBF salió hace ya un año para Xbox 360, Xbox One y para Microsoft Windows y, recientemente, ha salido su Definitive Edition para Windows 10, con niveles extra y mayor dificultad. Y es un juego que me ha gustado mucho debido en parte a que me había negado a ver mucho sobre él (creo que sólo vi el tráiler) y, cuando me lo regalaron, sabía que lo jugaría tarde o temprano.